Se dice que Timbu, conocida también como Thimphu, es una de las dos únicas capitales del mundo que no tiene semáforos, la otra es Ngerulmud, la capital de Palau. Supongo que habrá alguna más perdida por alguna isla del Pacífico o incluso en África, pero oficialmente capitales, sólo existen estas dos.
Los traffic-men de Bután: un arte en movimiento
En Thimphu se intentó instalar un semáforo hace años, pero los locales pensaban que era algo impersonal, así que los famosos policías de guante blanco volvieron a regular el tráfico con la elegancia que les caracteriza. Con el paso de los años, estos policías se fueron sustituyendo por pequeñas rotondas decoradas con motivos budistas, tallados en maderas de llamativos colores, en cada cruce de calles.

Ahora quedan apenas un puñado de policías regulando el tráfico en alguna intersección. Suelen estar dos agentes en cabinas decorativas, uno dirige el tráfico y el otro vigila a peatones o le releva cuando el primero se cansa.
En Thimphu, uno de los reclamos turísticos más importantes de la capital es una rotonda en donde confluyen varias calles, con una pequeña cabina en el centro, de madera tradicional, con colores muy vivos, donde el espectáculo que ofrece el policía regulando el tráfico es digno de ver y aplaudir.
Visten uniforme impecable, con gorra de estilo militar, abrigo azul y guantes blancos para que se puedan diferenciar bien sus movimientos con las manos. Sus brazos se mueven suavemente, como quien realiza una danza de los años 80, alternando direcciones para conducir el flujo de vehículos. Cuando yo les vi me recordaron mucho a Madonna en su videoclip de Vogue. Esa armonía, esa perfección, esos guantes correctamente alineados con el resto del cuerpo, tan elegantes. Parecía más una coreografía musical que un policía regulando el tráfico. Una verdadera obra de arte en movimiento.
Modernidad y tradición en equilibrio
Después de estar unos minutos observando al Traffic man más famoso de la capital, se puede pasear por la plaza de la torre del reloj, recorrer el campo donde practican el tiro con arco, hacer fotos en el chorten conmemorativo y terminar recorriendo la calle principal Norzin Lam, para ver sus tiendas de souvenirs, donde puedes comprar desde un traje tradicional butanés hasta las mascarillas coreanas de moda por menos de un euro.
Las cafeterías más modernas están mezcladas con los restaurantes de momos (los dumplings de Bután) más exquisitos, y en los únicos roof-top que encontrarás en todo el país puedes tomarte una cerveza Red Panda hecha con arroz rojo, o degustar cualquiera de sus bebidas de importación.

La capital de Bután tiene la mezcla más equilibrada de modernidad y tradición que he visto nunca. Solo espero que la primera no acabe con la segunda, porque el tráfico empieza a notarse desde hace un par de años según parece y quizá esos policías acaben tan exhaustos regulando el tráfico, que haya que volver a instalar ese temido semáforo que en su día retiraron porque la calidad y autenticidad de los traffic men, como les llaman allí, no es comparable con ningún semáforo que se preste.
Bután se caracteriza por ser un país que convive en armonía con la naturaleza y lucha por preservar sus tradiciones, a pesar de la gradual apertura al turismo.
Mantener a los traffic men no es una rareza, es una elección consciente y valiente. Cada gesto suyo, casi un pequeño ritual urbano, no solo regula el tránsito, sino que promueve una ciudad más consciente, respetuosa y alineada con su identidad cultural. Sustituirlos por semáforos sería reemplazar un punto de conexión humana por una señal, un símbolo de progreso, pero también de frialdad. En Thimphu, eligieron lo contrario, más humanidad en cada cruce.