Antes de iniciar el viaje a Bután ya tenía en mente el Monasterio del Nido del Tigre (Tiger’s Nest o Taktshang) desde hace años. Esa imagen una vez que la ves por primera vez, nunca se olvida. En mi caso debí descubrirla en una revista de viajes, de esas que devoraba cada mes cuando salían. Bajaba corriendo al kiosko de revistas que había debajo de la casa de mis padres. El kioskero ya me conocía y la tenía preparada, incluso si alguna vez tardaba en ir porque coincidía que estaba de vacaciones, me la guardaba.
Muchos años después de ver por primera vez el monasterio en fotos, por fin voy a Bután. Esa excursión es un imperdible para todo viajero que vaya a conocer parte del país del dragón. De hecho, es la excursión que se deja para el final, la joya de la corona, la que todo viajero espera hacer por lo menos una vez en la vida. Cualquiera que haya visto el monasterio en algún documental o en RRSS, añadiría a su lista de sitios que ver semejante obra de arte.

Lo curioso del monasterio, es que siempre sale la misma imagen. El monasterio aferrado a una pared rocosa de cerca de 900 metros, rodeado de los imponentes Himalayas, en el valle de Paro. ¿Por qué solo sale esa foto? Pues porque nada más llegar al complejo monástico, es obligatorio dejar en una taquilla todas las pertenencias personales, lo que incluye teléfonos, cámaras de fotos y de vídeo, bolsos, mochilas y cualquier objeto que no sea la ropa que llevas puesta y si acaso un pañuelo. En Bután no está permitido hacer grabaciones en el interior de los templos, así que en el más famoso de todos, los controles son aún más estrictos. Por eso el hecho de no ver ni una sola foto del interior del monasterio, le da un aire mágico que hace crecer aún más, si cabe, las ganas de visitar la que debería ser sin duda, la octava maravilla del mundo.
La leyenda del monasterio
La única manera de acceder al monasterio es caminando, o a lomos de un tigre mágico, que es como accedió Gurú Rinpoche. La tradición cuenta que fue transportado en la espalda de una tigresa, que algunos identifican como Yeshe Tsogyal, una de sus discípulas transformada en tigresa, hasta una cueva sagrada en el acantilado. En la cueva, conocida como Taktsang Senge Samdup o “Cueva del León”, Gurú Rinpoche se dedicó a meditar durante tres años, tres meses, tres semanas, tres días y tres horas, con el propósito de someter demonios locales y bendecir el valle de Paro. A partir de entonces, el lugar quedó santificado y el budismo tántrico, que fue introducido por él, se difundió por todo el país.
Aunque la devoción y peregrinación al sitio datan del siglo VIII, la edificación formal del monasterio ocurrió en 1692, por iniciativa del cuarto gobernante temporal de Bután, Gyalse Tenzin Rabgye.
Después de pasar una semana increíble visitando Bután, nos quedaba ir a Paro para hacer la excursión al día siguiente. Estábamos emocionados por conocer por fin ese monasterio por dentro. Otro sueño viajero cumplido. Pero a veces las cosas no salen como esperas, y una caída por una mala pisada dejó sin poder andar a mi compañero de viaje la tarde anterior al trekking. Tras varias horas de reposo, hielo y antiinflamatorios de todo tipo, nos debatimos entre no ir, hacerlo yo sola, o la opción más atrevida y la que mejor final podría tener.
Un monje chamánico tocó la puerta de la habitación del hotel donde estábamos alojados y solo con un pequeño botecito de bálsamo de tigre, y sus gruesos dedos, obró un pequeño milagro. A pesar del dolor del masaje y drenaje del hematoma del tobillo, las lágrimas valieron la pena. Al día siguiente Ramón podía andar, sin apenas dolor y con mucho cuidado. Con un buen vendaje y una bota bien atada, iniciamos el trekking de nuestras vidas, a otro ritmo pero mucho más emocionados, por el simple hecho de pensar que no íbamos a poder hacerlo juntos hace tan solo 24 horas atrás.
¿Qué hay dentro del monasterio del Nido del Tigre?
El día amaneció soleado, pero el monasterio estaba a más de 3.000 metros de altura, así que nos pusimos varias capas y comenzamos el ascenso. Empapados por una tormenta inesperada, conseguimos llegar al primer mirador tras dos horas, una pequeña pausa y unas galletas saladas. Doscientas fotos después y casi tres horas más de caminata, conseguimos llegar a la entrada del templo.

Dejamos todas nuestras pertenencias en la taquilla y comenzamos a ver sus ocho templos por dentro. Las imágenes del interior eran simplemente abrumadoras. Esos colores, esas imágenes del Gurú Rinpoche y el budismo tántrico. Disfrutamos el doble porque al no saber lo que hay dentro del monasterio la sorpresa no tiene parangón. Pasamos horas recorriendo el complejo, subiendo y bajando escaleras y accediendo a los rincones más extraños. Escuchamos las explicaciones de nuestro guía como dos niños pequeños escuchan a sus padres cuando les cuentan un cuento antes de dormir. Finalmente comenzamos el descenso, pausado y con cuidado, porque la lluvia no paró en las siguientes 4 horas, y había un tobillo que cuidar más de lo normal.
Llegamos al hotel empapados, pero felices. No esperábamos ese trekking con lluvia, nubes que apenas dejaban ver el monasterio en algunos de los miradores, dolor por un tobillo casi roto y el agotamiento de hacer más pausas de lo normal por un suelo resbaladizo y con barro. Pero ahora, cada vez que veo la imagen del monasterio en alguna revista, soleado, con un cielo azul perfecto, pienso en que mis fotos y videos de ese día, empapada y despeinada, pero feliz, valen más que cualquier foto retocada y perfecta. Porque yo estuve allí, conseguimos llegar a pesar de los inconvenientes, y eso es algo que nunca olvidaré.
El monasterio del Nido del Tigre representa la convergencia de mito, arquitectura heroica y profunda espiritualidad, un templo que nace en una leyenda, se edificó en la roca viva, sobrevivió al fuego y aún hoy ilumina el camino para devotos y visitantes. Yo, personalmente, ese día creí en los chamanes. Por lo menos en uno, que se molestó en venir a ayudarnos un viernes por la noche, para que pudiéramos cumplir uno de nuestros sueños viajeros. Gracias, o más bien Kadinchey la, como dirían allí. Nunca lo olvidaremos, nunca te olvidaremos.